Pushele OverDer por mí... por mis vicios

5 de noviembre de 2010

Fue un grito

Desgarrador, desesperanzado y al escucharlo sabía qué pasaba, pero tal vez me negaba a aceptarlo, no es fácil dejar ir algunas cosas.

Ella apenas había pasado un día en su casa, y tenía la esperanza de que estuviera conmigo un poco más de tiempo. Y aunque sabía que pasaría pronto, nunca me imagine que fuera ese día. Baje con el corazón en mano y  me apresure a llegar a su cuarto, entre y se sentía la pesadez en el aire... Ya no se sentía su presencia y todos rompían a llorar.

Negación, resignación, dolor, muchas emociones combinadas y un sentimiento común: melancolía.
Tenía que salir de ahí, no podía creer que quien me había cuidado toda mi vida ya no me cuidaría más. Me fui con mi papá a arreglar todo el papeleo. Pasaba lo que tiene que pasar, lo único inevitable.

La noche llegó y la casa inundada de familiares, amigos, vecinos y agregados circunstanciales; se sentía el cariño que había repartido durante sus 83 años. Todos intercambiando historias de cómo era; sus ocurrencias, sus males, lo "sorpresivo" que fue todo. En lo personal siempre recordare la ocurrencia y verdad con la que hablaba, una de sus frases que más me fascinan era: "Quien vive que trabaje, si no que se muera".

La una, las dos, las tres de la mañana y todos los presentes seguían ahí. A las ocho de la mañana ya todo estaba listo para partir, se iba a ir al pueblo donde nació y donde quería pasar el resto de la eternidad. Treinta personas aproximadamente nos acompañaron. Llegamos al pueblo y ahí la esperaba su hermana, la última de una familia con diez hijos. Entró el féretro a la casa donde creció, su hermana en silla de ruedas y algunos familiares más. Su hermana se levanto y con paso débil se acerco.
-"Manita"... ¿Por qué, "Manita"? Decía con llanto en sus ojos. No puedo imaginar el dolor que se ha de sentir al saberse el último que queda.

Entramos a la iglesia, se hizo lo que se suele hacer y partimos al panteón. Estuve ahí todo el tiempo sin saber qué hacer ni qué decir, acompañándola, aunque ella ya no me acompañara físicamente.

Esos últimos doce días no fueron sus mejores; ya no era ni la cuarta parte de la mujer fuerte que conocí, sin embargo, tenía un semblante feliz y tranquilo, pues se fue en sus términos: en su casa, dormida y con su familia... Y ese es un lujo que no todos podemos darnos.

6 comentarios:

  1. me hubiera gustado mucho conocer a tu abue :)

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  2. Es triste cuando alguien tan querido se nos va, pero cuando sabes que hicieron lo que quisieron y tuvieron una vida plena que compartieron contigo, el dolor se aminora...

    No hay que verlo como una pérdida, sino como una ganancia, ganaste un ángel!

    Un abrazooo!

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  3. Dime loca pero ¿no habías escrito ya este post?
    O simplemente tuve un deja vú?
    Como sea, me gusta leer post como este así de personales y llenos de ese "no se qué" que hace que conozcas un poco más de esas personas que te importan aun estando lejos...

    Saludos don Peyote

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  4. Jajaja. De hecho sí, es el post que le di a Keniposa por su blogversario. Aunque también le cambie unas cosas, no soy tan haragán.

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  5. Un post triste pero se puede decir que con un final feliz porque tu abue murió como muchos desean.


    Saludos.

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  6. Una de las muchas cosas positivas de este post es que me hacen agradecer a tu abuelita el que te hubiera criado. Ella sabía perfectamente que tenía un nieto genial :)

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